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miércoles, 22 de mayo de 2019

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Novela realista

La historia de la literatura europea desde el final de la Edad Media se había caracterizado por la recuperación o el rechazo de los cánones clásicos, en función de la época. Si el Renacimiento los rescató del baúl de la historia, el Barroco los ignoró nuevamente y buscó dar un paso adelante, olvidándose de lo exótico, lo bucólico y lo aventurero para dar paso a una visión más realista y crítica de la sociedad. La llegada de Ilustración significó un nuevo paso en la recuperación del equilibrio y la armonía, así como el afán didáctico y proselitista que ya se había ensayado en el Renacimiento. Pero si algo trajo asimismo la Ilustración fue un efecto libertador que desembocó en la aparición, prácticamente por primera vez, de diferentes escuelas literarias en un mismo tiempo. Por un lado, la literatura romántica rechazó de plano la recuperación de lo clásico y reaccionó con violencia al academicismo neoclásico, pero también se olvidó de la vertiente realista y crítica introducida por los autores barrocos y optó por el exceso, la innovación formal y la ambientación exótica. Por su parte, temporalmente algo posterior, la novela realista no significó una reacción radical contra la Ilustración, pero sí tomó de los barrocos su interés por el realismo y empujó a la literatura hacia una nueva era que marcaría todo el siglo posterior.

En la novela realista, el principal interés no es únicamente mostrar personajes de clases bajas, como se había hecho durante el barroco. La novela realista, aunque hace esto con frecuencia, se preocupa fundamentalmente por crear universos literarios verosímiles. La creación de un mundo creíble y posible donde se desarrollen acontecimientos igualmente creíbles es el mayor afán del escritor realista, y en ello pone todo su empeño.
Los personajes dejan de ser héroes y se convierten en seres normales, extraídos de la vida cotidiana. El autor realista observa la realidad y construye sus mundos desde ella.
El narrador es omnisciente, dada la obsesión de los realistas por transmitir con objetividad. Los pensamientos y la psicología de los sujetos son casi siempre obviados, y los personajes se definen por su forma de hablar y de actuar, por todo lo que puede ser observado desde fuera.
El espacio en el que se desarrolla la acción nunca es extraño ni exótico. Es real, conocido por el lector, y normalmente urbano. El tiempo también se trata de forma lineal y avanza a una velocidad fija. Hay mucho diálogo y una abundancia impresionante de descripciones detalladas. El autor, por primera vez, siente la necesidad de documentarse antes de escribir su novela, llegando a ser experto en campos de la ciencia que aparezcan en determinados episodios 

Circunstancias del realismo

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El realismo se introduce con bastante retraso. En el primer periodo de la Restauración (1874- 1885) es cuando se publican la mayoría de las novelas realistas, coincidiendo con el afianzamiento de la burguesía.
La novela realista describe la transformación de la sociedad desde posturas diversas:

  • Algunos escritores, como José María Pereda, añoran la sociedad agraria y tradicional y desconfían de las ideas modernas.
  • Otros, como Galdós  y Clarín , defienden la modernización a fondo y critican a los sectores tradicionalistas. El conflicto entre ambas posturas se plasma, en muchas novelas, en el enfrentamiento entre lo rural (depositario de los valores morales y religiosos para unos, atraso y superstición para otros) y lo urbano.
    El realismo presenta una marcada tendencia regionalista. Los escritores suelen ambientar sus obras en los entornos que les son más próximos.
El carlismo fue uno de los problemas que marcaron a la escindida sociedad del siglo XIX. En la imagen, Abrazo de Vergara (Museo Municipal de San Telmo, San Sebastián).

Fernán Caballero

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Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) es la autora más representativa de la narrativa posromántica, de transición entre el costumbrismo y el realismo.
En el prólogo de La gaviota defiende una novela alejada de la imaginación del Romanticismo y basada en la observación de la realidad. Pero el didactismo con el que protege sus convicciones católicas frenan su planteamiento inicial.
La autora combina la voluntad de exactitud respecto a la realidad con el costumbrismo romántico, que buscaba trazar un «cuadro» con los rasgos nacionales del pueblo, identificados con el tipismo andaluz.

  Retrato de Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero), en La Ilustración Española y Americana (1875). BIBLIOTECA NACIONAL, MADRID.

Pedro Antonio de Alarcón

De entre las novelas de Alarcón destaca El sombrero de tres picos (1874), cuya amenidad y soltura le hicieron célebre. Otra de sus novelas es El escándalo (1875), orientada a defender la moral católica, y también es interesante El niño de la bola (1880).
Son especialmente valiosos sus cuentos. En ellos, despreocupándose de sus tesis moralistas, Alarcón demuestra sus grandes dotes narrativas.

Juan Valera

Valera siempre se mostró partidario del esteticismo, es decir, de una cierta idealización de la realidad. Además, reniega de la intención ideológica de la literatura.
Proyecta en sus novelas su ideal de vida basado en el moderado goce de los placeres mundanos y en la defensa del amor frente al misticismo.
Los personajes femeninos son generalmente protagonistas. Casi todos responden al mismo tipo de mujer: bonitas, limpias, orgullosas, inteligentes, idealistas y prácticas a la vez.
Su estilo se caracteriza por el uso de un lenguaje culto, elegante y refinado, en el que el humor y la ironía son empleados con sutileza en las digresiones en las que expone sus puntos de vista.
Sus argumentos no tienen grandes intrigas, sino que se detiene en el análisis de las motivaciones y los sentimientos de los personajes.
Pepita Jiménez La novela plantea un doble conflicto: la pasión amorosa frente a la vocación religiosa y la rivalidad entre padre e hijo. Ambos conflictos se resolverán sin dramatismos en favor del amor.
Es especialmente interesante el análisis psicológico de las dudas del protagonista en la primera parte de la novela, una serie de cartas que el protagonista dirige a un tío suyo. Esta forma de novelar constituyó una novedad en la narrativa española.

  Ilustración de Pepita Jiménez en una edición de 1925. BIBLIOTECA NACIONAL, MADRID. Otras novelas de Valera son Las ilusiones del doctor Faustino (1875), El Comendador Mendoza (1877) y Doña Luz (1879).

José María de Pereda

Podemos clasificar la obra narrativa de Pereda en cuatro apartados: cuadros costumbristas sobre Cantabria, novelas de tesis, novelas cortesanas y novelas regionales.
En éstas últimas, sin renunciar a sus planteamientos ideológicos, Pereda se muestra capaz de superar el esquematismo sus novelas de tesis. A este grupo pertenecen El sabor de tierruca (1882), Sotileza (1884) y Peñas arriba (1895).
En las novelas de Pereda destaca la descripción de los paisajes y las costumbres cántabras, así como la caracterización los personajes populares.

  José María de Pereda.
 

 

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